En el sexto día de nuestro camino (8.08) estábamos tan cansadas que decidimos quedarnos en un pueblecito donde no quedaba sitios en el alberque pero quedaba una última habitación en un hostal con cama matrimonial por 30 euros. Yo no podía disfrutar mucho de la cama porque como la más joven de la habitación, tenía que dormir en el suelo :) El próximo día, después de descansar tan bien, estábamos listas para caminar bastante. Nos separamos y decidimos que nos vemos en la primera cafetería que según nuestros mapas tenía que estar a 5,2 kilómetros. ¡Pero no había ninguna! Caminé 10 kilómetros antes que vi una cafetería y podía descansar. Queríamos llegar a Melide donde había un albergue con casi 190 sitios y aunque llegamos bastante temprano, estaba lleno. El próximo alberque estaba de 11 kilómetros y por eso decidimos ir a una posada que era bastante caro (50 euros) pero donde podía dormir en una cama e ir al baño. ¡Qué lujo! :) Y la ciudad (la verdad es que era un pueblo pero en comparación con los otros pueblecitos parecía una ciudad :)) era una preciosidad con bastante que ver y hacer y por la noche fuimos a comer churros. Durante mi estancia estaba pensando que quiero volver un día pero ahora ya no sé… Me parecía un trozo de paraíso pero tal vez era por el Camino y yendo allí directamente del ‘mundo real’ no parecería tan maravillosa.
De Melide fuimos a Arzua que estaba a sólo 13 kilómetros. Pero teníamos otra huelga de los pies :) Llegamos tan temprano que teníamos que esperar en cola otra vez y conseguimos los sitios en el albergue. También teníamos tiempo para ver el pueblo que estaba preparándose para celebrar alguna fiesta y por eso había latas como decoración en muchos lugares. En Arzua conocí a una pareja española de más o menos de 30 años que me dijeron que tomaban analgésico cada mañana antes de empezar a caminar y después también durante el Camino para relajar los músculos y evitar el dolor. No probé si funciona o no.
El 11 de agosto me desperté sintiéndome muy muy muy mal y fui a ver el médico. En pueblecitos de este tamaño no es algo fácil. Tenía que caminar 10 kilómetros para coger el autobús y después esperar el único médico del pueblo que estaba haciendo visitas. En fin me consultó por el teléfono con el ayudo de un estudiante que estaba haciendo practicas con él. Así sabía que el médico había visto más peregrinos con estos síntomas y que probablemente tengo un virus (no muy raro si hay tanta gente durmiendo juntos) y también sabía que medicamentos necesito. Fuimos al albergue y como no tenía esfuerzas a ir a buscar una farmacia, mandé a mi madre (que no habla español) con una carta que había escrito para el farmacéutico. Recibí las medicinas correctas con - ¡sorpresa, sorpresa! – carta del farmacéutico explicándome cómo y en qué medida usarlas. El día siguiente cogí el autobús otra vez mientras mi madre y su amiga caminaron la última etapa del Camino. Nos vimos en el hotel que teníamos reservado en Santiago y después de ducharnos fuimos a ver la ciudad y un poco más tarde a la misa aunque no somos religiosas. También recibimos nuestras Compostelas y por la ciudad vimos a mucha gente que nos había acompañado durante el viaje.
El ambiente del Camino de Santiago es algo muy distinto del ambiente de vida cotidiana. Todos tienen el mismo objetivo, sus días mejores y peores y se ayudan mutuamente. Un día me gustaría volver a hacer los últimos 25 kilómetros que no hice esta vez. Y quién lo sabe… Tal vez un poco más :)
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